Por: Jairo Spencer

Con información de: Montserrat Santibáñez y Javiera Rojas

No es ningún secreto que las redes sociales han tenido un gran impacto en nuestra sociedad. Desde su surgimiento, han cambiado el modo en que interactuamos y el cómo nos relacionamos con el entorno.

Las funas son un fenómeno que surgió en los 90, gracias a la existencia de internet y del uso cada vez más común de plataformas sociales como Facebook, Twitter e Instagram. Una funa es una especie de denuncia pública, en la que una persona da a conocer una situación reprochable para exponer al culpable y alertar a su entorno.

Según el periodista y director de Tren Digital, Daniel Halpern, esta práctica de hacer justicia por sus propios medios se potencia debido a la mediación de la tecnología. Se produce una especie de distanciamiento social, con respecto a la persona que se está funando.

 

A raíz del movimiento feminista del 2018 y el empoderamiento generalizado que provocó, las funas más comunes del último año fueron realizadas por mujeres, quienes denunciaban hechos de acoso y abuso sexual por parte de hombres de su círculo cercano.

Florencia Pizarro, de 21 años, es una de ellas. A través de Instagram, decidió funar a su ex-pareja por violencia sexual y psicológica, una vez que tomó consciencia de que su pololeo no había sido normal.

Cuando una víctima de abuso recurre a contar su historia a través de una funa por redes sociales, atiende a la necesidad de valorar su testimonio frente al resto. Según la psicóloga especialista en este tipo de casos, Eileen Burgos, este es un punto clave en su recuperación.

Sin embargo, aunque la intención de estas publicaciones es precisamente llamar la atención, una funa puede tener repercusiones adversas para su autora. Si el blanco de la denuncia, el “funado”, decide acudir a la justicia, ¿qué consecuencias legales podrían haber?

El abogado y profesor de derecho de la comunicación en la Universidad Católica, Francisco Leturia, señaló los cargos que podrían presentarse.

Una herramienta tan poderosa como la funa puede transformarse rápidamente en un arma de doble filo, al caer en las manos equivocadas.

Muy bien lo sabe el estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad Católica, José Ignacio Palma. El año pasado, en medio de su candidatura a la Federación de Estudiantes como presidente de Movimiento Gremial, fue acusado anónimamente por Facebook de supuesto abuso sexual en una fiesta. El estudiante José Ignacio Palma se vio obligado a retirar su candidatura, al no poder participar en debates y ser constantemente hostigado en la universidad.

En un intento por demostrar su inocencia, Palma se auto-denunció a la Fiscalía, desesperado por una investigación que señalara la verdad.

Hace unos días, la investigación reveló que la denuncia de Facebook era falsa, inventada por un estudiante de Derecho llamado Johnny Olate quien solo buscaba venganza política contra su ex-compañero del Movimiento Gremial.

El escándalo dio paso a la indignación de la comunidad, entendiendo que esta “funa falsa” maquinada por un hombre desacredita los cientos de testimonios reales de las víctimas de abuso y acoso.

Testimonios que, según la psicóloga Eileen Burgos, a pesar del rápido acceso y de la libertad que ofrecen las redes sociales, no son fáciles de compartir.

Para Constanza González, de 21 años, la decisión de funar a su ex-compañero de colegio no fue simple. Tras varios años reprimiendo el recuerdo de un episodio de acoso, donde fue encerrada en una pieza y manoseada contra su voluntad, Constanza se atrevió a publicar su historia solo tras enterarse de otra denuncia contra el mismo compañero.

Alertada por el peligro que suponía para otras mujeres el guardar silencio, creyó necesario hacer el sacrificio de abrirse por redes sociales.

Entendiendo la fuerza con la que una funa puede cambiar vidas, es importante no tomárselas a la ligera. Respetar las denuncias pero manteniendo la presunción de inocencia en redes sociales evitará equivocaciones tan graves como la de Palma.

Sin embargo, sentir empatía por las mujeres que se atreven a publicar sus historias en estas plataformas es también esencial, puesto que habla de una desconfianza frente a un sistema institucional que les falla a las víctimas de abuso una y otra vez.