Las famosas Tierras Altas, donde prevalece una cultura céltica que ha perdurado por generaciones. Historias sobre criaturas y castillos que han forjado las tradiciones culturales de un país que suele pasar inadvertido en el mapa, aun cuando lo vemos tan cerca de otro muy conocido.  Acompáñanos en otra edición de Punto Cero.

Por María José Milla

Parte del Reino Unido, se encuentra al norte de Inglaterra, ocupando un tercio de la isla. Si bien ejerce cierta autonomía, lo cierto es que sí pertenece dentro de la monarquía británica. Dentro de sus ciudades importantes destacan su capital Edimburgo y también Glasgow. Aun cuando se hable inglés, existen otras variaciones gaélicas y celtas que forman parte del habla escocesa.

Este país guarda parte de su fama gracias a la cantidad de castillos que posee en su territorio. Muchas de estas construcciones forman parte de distintos episodios de la historia de Escocia, tanto de batallas como de coronaciones. Erigidas primeramente como fortificaciones militares, actualmente cumplen un rol más turístico para ser visitadas por su tremendo valor histórico.

Los mitos y leyendas también tienen un lugar especial en este país. Uno de los más conocidos es del monstruo del lago Ness, una criatura que aseguran haber sido visto con su enorme tamaño. Pero también existen otros relatos sobre especies que parecen sacadas de cuentos de hadas. El Cú Sìth, los selkies y los kelpies, son solo algunos de estos que podrían o llamarte la atención o solo darte un pequeño susto..

Si queremos hablar de tradiciones escocesas, nos encontramos con los Kilts, las famosas faldas. Si bien parecen solo tener un fin estético, lo cierto es que cumplen una función más práctica para los antiguos soldados con tal de moverse con facilidad. Se suelen tejer mediante el tartán, una técnica que implica bordar en líneas horizontales y verticales. Y dependiendo del tipo de diseño, popularmente se les atribuye para identificar los distintos clanes.

Y así como Escocia tiene lugar para muchas leyendas y tradiciones, también tiene un espacio para el desarrollo de las ciencias. Son los casos como el de William Ramsey, el químico que descubrió el radón y el resto de los gases nobles que forman parte de la tabla periódica; y Alexander Fleming, quizás el más conocido, por el desarrollo de la penicilina, fundamental para el tratamiento de muchas enfermedades.